Soledad

Algunas veces me pregunto si tengo menos emociones que los demás, si algo en mí es diferente al resto. Anhelo a mi familia con toda mi alma, pero aún así algo me mantiene aquí. Desearía ver a mis sobrinos crecer y ser un pilar más en su niñez como lo son el resto de mi familia, querría comer palomitas con ella y ver películas de miedo, pero sigo aquí. Sé que están sanos, que están felices y que en cierta medida no me necesitan, como en cierta medida no los necesito a ellos, aunque ambas afirmaciones puedan sonar duras.

No es un secreto que llevo un tiempo sola y no me da miedo, disfruto de mi soledad y por ello no me frustro, paseo, voy de compras, cojo aviones y hago noche en el aeropuerto, duermo sola y no necesito a nadie frente a mí que me haga compañía en un restaurante. Al principio fue raro, comer rápido y así terminar lo antes posible, cocinar algo sencillo porque total solo yo voy a probarlo, tener la habitación hecha un desastre si soy la única que va a verla, no saber qué fotografiar si no es a alguien más... Pero con el tiempo he aprendido a saborear la comida sin más compañía, a dedicar tiempo a cocinar platos que solo me gustan a mí y que nadie me diga si tengo que poner más o menos sal, pronto relacioné que una habitación ordenada me da paz y calma, que los planos detalle de cosas sin vida son mi especialidad, que un espejo siempre devuelve un reflejo, y sí, el café de mi cafetera italiana con dos servicios aguanta para dos desayunos y los planes con uno mismo se hacen y se deshacen a mi antojo. No sé si pensar solo en mí y estar bien con ello me convierte en alguien más fuerte o más débil, con menos emociones que el resto y algo más egoísta. Solo sé que la soledad no me entristece, que tiene más sentido si la descompongo en dos palabras SOL y EDAD.